Las relaciones románticas creo que siempre serán un misterio, desde el comienzo hasta el final de las historias, siempre encontraremos un poco de todo, desde luego amor, atracción, celos, lujuria, compañerismo, risas, lágrimas hasta algunas cosas o acciones de las que luego nos arrepentimos.
He escuchado muchas veces decir que ls relaciones van cambiado con el tiempo, y que el amor “cambia”, podrán llamarme loca, pero no lo creo así, soy de esas mujeres que cree que el verdadero amor existe, que el alma gemela es real y que anda vagando por el mundo tratando de seguir el hijo rojo.
He visto a muchas amigas, en relaciones de matrimonio, perder esa chispa, y por más que busco, a veces no logro ver ese halo de amor, y en cambio escucho ” ashh mi esposo es un … o mi esposa es.. ” y queja tras queja los años van transcurriendo, pero no nos detenemos a pensar que el tiempo no se detiene y no nos devolverá la juventud ni los años que pasen, por eso decidí hablar del porque nos mantenemos en relaciones que nos hacen infelices, aún cuando sabemos que quizá no haya otra oportunidad.
Luisa y Miguel habían sido amigos desde que eran adolescentes. Tenían un vínculo lleno de confianza y cuidado genuino, pero nunca había ocurrido nada romántico.
Sin embargo, después de pasar más y más tiempo juntos, Miguel le pidió a Luisa que fuera su novia.
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Aunque su solicitud la tomó por sorpresa, aceptó con vacilación, preguntándose si podría enamorarse de alguien por quién no tenía sentimientos románticos.
Por un tiempo, la relación fue feliz y satisfactoria, pero a medida que pasaban los meses, Luisa descubrió un nuevo lado de Miguel: era increíblemente celoso.
Ella comenzó a encontrar cada vez más difícil encontrar la felicidad dentro de la relación y se distanció en el proceso.
Sintiendo el cambio de Luisa y temiendo perderla, Miguel se volvió cada vez más cariñoso, diciéndole lo mucho que ella significaba para él y exclamando públicamente que no sabía lo que haría sin ella.
Con cada expresión de este tipo de afecto, Luisa hizo una pausa en su plan para terminar la relación.
Aunque finalmente lo hizo, el proceso tomó meses y una amistad que alguna vez fue amorosa se deterioró y se convirtió en dolor y caos para ambos.
¿Por qué se quedó ella?
Una nueva investigación intentó descubrir solo eso: en un estudio publicado en el Journal of Personality and Social Psychology, los investigadores buscaron descubrir si las personas en las relaciones consideran no solo sus propios deseos y necesidades, sino también los sentimientos de sus parejas al decidir si para terminar una relación romántica.
Con esa hipótesis, los investigadores realizaron dos estudios que exploraron si las personas toman la decisión de quedarse únicamente por el beneficio de salvar los sentimientos de sus parejas; en otras palabras, están prosocialmente motivados para quedarse.
En el primer estudio, se rastreó a un total de 1348 participantes en relaciones románticas durante un período de 10 semanas.
Realizaron una encuesta con preguntas sobre la relación romántica actual de cada participante, así como medidas de personalidad, medidas de las percepciones del compromiso de la pareja y la cantidad de angustia que su pareja experimentaría en una ruptura, así como información demográfica general.
Para estudiar las percepciones de los participantes sobre sus relaciones, también respondieron a correos electrónicos semanales indicando si todavía estaban en una relación romántica con su pareja y quién rompió con quién, si la relación terminaba en algún momento.
Los resultados encontraron que “las personas tenían menos probabilidades de romper con sus parejas en el transcurso de 10 semanas si creían que su pareja estaba muy comprometida con la relación o si creían que su pareja estaría muy angustiada en caso de una ruptura… lo que sugiere que las personas tienen más probabilidades de mantener relaciones con parejas altamente dependientes en comparación con parejas menos dependientes, incluso si la calidad de su propia relación y la dependencia eran bajas.
En un segundo estudio, que se replicó y se basó en el primero, se siguió a 500 participantes que habían considerado romper con sus parejas durante un período de dos meses.
Aquí, los investigadores plantearon la hipótesis y profundizaron en la idea de que, a pesar de considerar dejar una relación, la dependencia de la pareja de la relación desalentaría la ruptura.
Se utilizaron las mismas medidas que en el primer estudio, además de preguntas que indagan por qué uno podría permanecer en una relación infeliz en torno a la culpa.(“Me sentiría culpable por decepcionar a mi pareja”), represalias (“Mi pareja podría decir o hacer cosas dañinas”) y juicio negativo (“La gente podría juzgarme por terminar la relación”).
De manera similar a los resultados del primer estudio, las personas renunciaron a iniciar una ruptura en función de la dependencia percibida de sus parejas, incluso más allá de razones como la culpa, el temor a represalias o un juicio negativo.
Así, los investigadores concluyeron que, de hecho, tendemos a mantenernos en relaciones románticas que no son particularmente satisfactorias, no para nosotros, sino para nuestras parejas: “Descubrimos que nuestros afectos no estaban moderados por sentimientos de ser apreciados, lo que sugiere que incluso las personas que se sintieron menos apreciados o relativamente más dados por sentados por su pareja aún tomaron en cuenta los sentimientos de su pareja al tomar decisiones.
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En ambos estudios, no encontramos moderaciones por satisfacción, inversión, calidad de alternativas o compromiso.
Estos resultados sugieren que las personas tienen menos probabilidades de romper con una pareja romántica que depende en gran medida de la relación, incluso si la relación no está haciendo un trabajo particularmente bueno para satisfacer sus propias necesidades “.
¿No estás segura de por qué te aferras a una relación que puede no funcionar para ti? tal vez sea momento de analizar tus acciones.
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¡Qué sería del mundo sin #ellas!
